En memoria de Adriana Stein, mi amiga


 
¡Hasta siempre! Nos vemos en el camino, en esa senda que no está trazada en esta tierra de desdichas, de lucha incesante, de injusticias...
Hoy, nuevamente, vuelvo a querer ser llorando el hortelano, de la tierra que ocupas y estercolas, compañera del alma, tan temprano.
Volver, quiero volver a leer en tu sonrisa mil sueños por cumplir. En tus palabras, aquellas maravillosas confesiones, algunas llenas de ironías, de luchas, de reivindicación... Aquellas palabras paridas en el corazón y pronunciadas desde las vísceras, que te hacían única. Tan auténtica, tan distinta al común de los mortales. Tan borgiana.
Somos tan raras, decías, y yo me reía al teléfono porque lo éramos, diferentes como la luz de las candilejas lo es al resto de luces, como aquella galaxia donde estoy segura te hallarás nuevamente volviendo a empezar. Una y otra vez, decías, una y otra vez.
Y tus amores. Ellos, personajes de novela, aún recuerdo el último. Y el mar, y tu Marbella, ya lejana. Y tu Argentina, siempre corriendo en tus venas, en la añoranza de tus ojos y en el latir de tu corazón, hoy ya sin vida.
Te has ido en silencio, te has ido cuando yo no estaba. No puede presentirte y me duele. Me duele como me dolieron otras marchas, demasiadas. Sé que nos miras, que nos habitas, que estás ahí. Sé que me has mandado "el recado" porque un pedazo de mi corazón siempre estuvo contigo. Supe de tus alegrías, de tus lágrimas, de tus deseos, de tu lucha, de tus sueños. Te supe y tú a mí. Gracias por esa amistad maravillosa, por esa verdadera amistad. Gracias, ESCRITORA.
No, no te preocupes, sé que sigues estando aquí. Recuerda, tú y yo creemos en ello.
Antonia J Corrales