Amanece, que no es poco

Piensa en lo importante que eres para muchas personas y lo importantes que son ellas para ti. Después, actúa en consecuencia. Entonces te darás cuenta de que el resto de historias son banalidades, porque lo importante es que ellos y tú sigáis estando aquí.
© Antonia J Corrales

No hablemos de política

Lo del accidente del Yakovlev sigue siendo una auténtica vergüenza, por definirlo de alguna forma.
Las declaraciones de la ministra Chacón no tienen desperdicio si hablamos de meteduras de pata a lo grande.
El PP sólo recoge flores para el entierro político del PSOE sin darse cuenta de la enfermedad terminal que padece su propio partido.
La ampliación de la ley del aborto necesita una ampliación; una revisión y un poco de coherencia con el resto de artículos del Código Civil, me refiero a la polémica sobre los 16 años, ¡qué manda narices!
Chávez vuelve a la carga. ¡Qué pesado!
En Estados Unidos a los huertos de toda la vida los llaman cultivos orgánicos.
¿Manda narices, o no manda narices?¡ Ah!, que no se dice así, que es : ¡manda huevos!
Antonia J Corrales
Cuando el hombre abrió los ojos, no sólo el dinosaurio aún seguía allí, también era lunes:
-Lunes otra vez- exclamó, y volvió a cerrar los ojos.
Moraleja: lo bueno si breve dos veces bueno, más cuando se trata de los lunes.
Antonia J Corrales

Presentación del último libro de relatos de mi amiga, Adriana Serlik, a quien he tenido el placer de hacerle el prólogo


Tenemos el placer de invitaros a la presentación del libro HAZ DE LUZ de Adriana Serlik.
Será el miércoles, 25 de marzo, a las 20´00 horas en AMBRA LLIBRERIA de GANDÍA (Valencia), Av. Alacant, 12. Tfno: 962 87 82 52 .
Presenta el acto: Lluis Romero, Director de la Universidad Popular de Gandía.
Intervendrán: Agustín Sánchez Antequera (editor), Maite Sastre y la autora.
Prólogo de Antonia J Corrales
(Si queréis leer parte del libro, basta con pinchar sobre la foto de la portada que está en el blog, bajo el logo de: "comentarios de libros")

Inquietante y real como la vida misma

La nueva novela de mi amiga Clara Tahoces. No os perdáis la entrevista en Milenio 3. Abajo está el vínculo para que podáis escucharla.

Entrevista: http://www.elpais.com/audios/cadena/ser/trasplantes/organos/Milenio/elpaud/20090315csrcsr_4/Aes
"La casualidad es, quizá, el pseudónimo de Dios cuando no quiere dejar su firma"
Teophile Gautier

El lince ibérico y la berrea del ciervo

Aún recuerdo con precisión como hace apenas un suspiro ser madre soltera era considerado un pecado mortal, cómo esta Iglesia que se alza escandalizada en contra del avance de la Ciencia, las marcaba y separaba, cómo eran obligadas a esconder su embarazo, algo que hoy sigue sucediendo en muchas familias carentes de cultura. En muchos casos ese pecado, la vergüenza de haber cometido una acción que les llevaría, cuando menos, al repudio social era lo que les hacía abortar. Abortaban por no dar un disgusto a sus padres que serían señalados, abortaban por la vergüenza que les hacían sentir, por esa marca que duraba incluso hasta el día de su boda, a la que tenían que asistir vestidas de negro. Abortaban en condiciones insalubres, peligrosas, degradantes hasta decir basta. Algunas se casaban obligadas, aguantaban los malos tratos boicoteadas por una moral falsa y pendenciera. Una moral que muchos de los que la preconizaban no cumplían, ni cumplen, cuando estaban o están entre “bambalinas”. Se convertían en seres desgraciados, marcados por unos condicionantes religiosos totalitarios cuyos tentáculos llegaban hasta las más altas esferas de la política y la sociedad. Y, ahora, los que antes castigaban y siguen vetando esos embarazos, porque, no nos engañemos, para la Iglesia católica aún sigue siendo pecado mantener relaciones previas al matrimonio, tener hijos fuera de él, incluso volverse a casar sin el permiso de unos tribunales que se alzan como poseedores de la única verdad. Para algunos de ellos, ser madre soltera, aún sigue siendo un pecado, un motivo para la repudia social, casi un crimen que siguen utilizándolo para condicionar y dominar. A la Iglesia católica le importan un bledo los condicionantes, los motivos, las repercusiones, los daños colaterales, porque algunos de sus miembros doctos en la manipulación mental, ven peligrar sus cetros. No nos engañemos, sólo hay un tema a debate, una única cumbre a conquistar en todo esto: el poder.
De igual forma pasó con los homosexuales, a ellos se les veto y se les veta, el derecho a ser felices, a elegir. No importaba que durante años tuvieran que ocultarse, casarse, engendrar hijos obligados por unos “mandados” dictatoriales y contranaturales. No importaba que fuesen infelices e hicieran infelices a otros. A los seres vivos que les rodeaban, a esos seres vivos que tanto dice proteger esta Iglesia católica que ahora se alza como defensora de una vida que aún no es tal. La Iglesia católica se olvida, o quiere hacer que olvida, que no todos profesamos esa religión y que ella debería tener voz y voto sólo para los que están en sus filas. No recuerdo bien ahora que religión es pero me viene a la memoria una de tantas que no deja a sus fieles hacerse transfusiones de sangre, entre otras muchas cosas. Es, si cabe, una medida más en contra del avance de la Ciencia. De esa Ciencia que cada día está más emparentada con Dios. Sí, por supuesto, con el Diablo también. Es evidente que todo tiene dos caras, pero las caras están en manos de quién las elige y dioses y demonios hay en todos los ámbitos, en todos.
¿Se han preguntado ustedes por qué la Iglesia tiene tanto miedo a la Ciencia? Cómo dice uno de los personajes de mi última novela, “La décima clave”: “Si Dios no hubiera querido que Eva y Adán comieran del Árbol de la Sabiduría, le hubiera bastado con quitar el árbol de allí, pero no lo hizo…”
A este paso tendremos que ponernos todos el cilicio. Sí, no se rían, visto lo visto, todo es un ser vivo, incluso antes de ser.
Pobre lince ibérico, ni idea tiene de lo que se le viene encima. ¡¡¡Qué "aberroncho"!!!
PD: Por máximas de extensión me dejo mucho en el tintero.
© Antonia J Corrales

El hedor de la injusticia

Han pasado muchas cosas desde mi última entrada, entre ellas, el tiempo ha cambiado para mal. El sol se nos ha vuelto a ir. Quizás avergonzado por muchos de los acontecimientos actuales vuelve a esconderse tras las nubes de la nueva borrasca que cubre la piel de toro.
En estos días he tenido muchas veces la tentación de explayarme, como dice mi madre: en “condiciones”, pero el trabajo, la prudencia y la desidia que me produce ver siempre lo mismo, día tras día, han hecho que me contuviese y me tragase mi rabia.
Aún y así me quedan resquicios de esa sensación de impotencia y cabreo ante lo inhumano. Resquicios que me hacen recordar a Richard Williamson poniendo en duda el Holocausto Judío, la existencia de los campos de concentración y un sinfín de atrocidades, que no tenían que haber sucedido nunca y que nunca debemos olvidar, precisamente para eso, para que no vuelvan a ocurrir. Me sobran palabras para definir a este individuo, pero no pienso trascribirlas en mi blog, prefiero que las imaginen. Son ustedes muy inteligentes y no errarán.
Día tras día tengo a la vista la foto de Marta del Castillo, cuyo cuerpo aún sigue sin aparecer, cuyos presuntos asesinos, no olvidemos lo de presuntos, no lo olvidemos o nos lo recordarán, aún siguen sin ser culpables y de ser declarados como tales: veremos por cuantos años lo son. De igual forma, el rostro, de expresión suplicante, del padre de una de las niñas de Alcásser, Fernando García, da vueltas en mi retina, devolviéndome al pasado. Recuerdo aquellos días, la presión mediática sobre las familias, la búsqueda de los cuerpos, los detalles escalofriantes del sumario, la desesperación de los padres, de Fernando y de los otros a los que también les asesinaron de forma diabólica y monstruosa a sus hijas. La impotencia que, Fernando García, mostraba entonces y la sumisión que muestra hoy. Como intenta, como suplica, que no se le juzgue como a un criminal. Me escandaliza la pena que se pide para él: 16 años. Me escandaliza y horroriza, al tiempo que me produce inseguridad, el hecho de que uno de los declarados culpables del asesinato de su hija se pueda ver en libertad mientras este hombre, este padre, cumpla condena por injurias y calumnias que propició en un momento emocional en el que cualquiera puede calumniar, injuriar e incluso atentar contra uno mismo por puro dolor, desesperación e impotencia: porque le mataron a su hija. Me avergüenza ver a este hombre suplicante mientras muchos delincuentes, como ése padrastro que cumplía condena por abusos continuados a su hijastra desde los 6 hasta los 14 años, ha sido puesto en libertad y perdonado por la madre que, teniendo las pruebas forenses, aún tiene el valor de decir que duda de la culpabilidad de su pareja y lo declara frente a una cámara de televisión como si tal cosa. Me avergüenza que aún sigamos pidiéndole a las víctimas que demuestren que lo son, que llamemos presuntos a los que se declaran autores materiales de los hechos, que haya que pedir al gobierno un indulto para una madre que dio un bofetón a su hijo, mientras muchos violadores, pederastas y pedófilos campan a sus anchas amparados por la ley.
Esto es sólo una brizna de la basura que nos invade y que produce un hedor insoportable, tan insoportable que a servidora, a veces, le dan arcadas al escribir.
El sistema está enfermo y nuestras leyes deberían ponerse en cuarentena mientras son sometidas a un buen chequeo legislativo, que falta les hace.
© Antonia J Corrales